Mel Kadel, Drip Drip

31.10.10

celebración de la muerte, celebración de la vida

¿Qué festejamos sino la alegría de continuar vivos, un corte de mangas al destino que nos ha concedido un día más?

Haber vivido... vivir.



Los antiguos griegos tenían una costumbre digna de mención: a los que hubieran perecido quemados, a los que hubieran sido devorados por los cráteres de los volcanes, a los que hubiesen sido enterrados bajo la lava, a los que las fieras hubieran despedazado o se los hubieran engullido los tiburones, a los que se hubieran repartido los buitres en los desiertos, se les construía en su patría los llamados cenotafios, las tumbas vacías, porque el cuerpo es el fuego, el agua o la tierra, pero el alma es el alfa y el omega, a ella es a quien hay que construir el santuario.

Danilo Kis, Una tumba para Boris Davidovich

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí, podíamos aprovechar siempre esta celebración -igual que algunos en Nochevieja valoran el año que acaba- para tener en cuenta todo lo que hemos ganado estando vivos desde el noviembre anterior, todo lo que podíamos haber hecho, por estar vivos, para poder hacerlo en los próximos meses que estemos vivos. Y no olvidar cómo hay que cuidar esa vida que se puede ir -y de hecho se va- en un instante, muchas veces por una tontería o por una acumulación de tonterías. Vida finita -se nos olvida-, vida breve -se nos olvida-, por mucho que a veces podamos aburrirnos.
Y que hay que pasar malos momentos, por supuesto, pero los justos, nada más.

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