Mel Kadel, Drip Drip

31.3.11

la urbe inmóvil

Ciudad como producción rutinaria. Como corriente subterránea de productividad cotidiana. Apretando los dientes. Percibiendo cada mes los dividendos de nuestra inversión en aislamiento.
Personajes de Kafka sudando en su cubil. Esa consumida palidez de espacios cerrados. O el arte olvidado.


29.3.11

las ciudades y el deseo


Imagen: J. Genovés

En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas las unas de las otras, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, husmean otras miradas, no se detienen.

Pasa una muchacha que hace girar una sombrilla apoyada en su hombro, y también un poco la redondez de las caderas. Pasa una mujer vestida de negro que representa todos los años que tiene, con ojos inquietos bajo el velo y los labios trémulos. Pasa un gigante tatuado; un hombre joven con el pelo blanco; una enana; dos mellizas vestidas de coral. Algo corre entre ellos, un intercambio de miradas como líneas que unen una figura a la otra y dibujan flechas, estrellas, triángulos, hasta que todas las combinaciones en un instante se agotan, y otros personajes entran en escena: un ciego con un guepardo sujeto con cadena, una cortesana con abanico de plumas de avestruz, un efebo, una mujer descomunal. Así, entre quienes por casualidad se juntan para guarecerse de la lluvia bajo un soportal, o se apiñan debajo del toldo del bazar, o se detienen a escuchar la banda en la plaza, se consuman encuentros, seducciones, copulaciones, orgías, sin cambiar una palabra, sin rozarse con un dedo, casi sin alzar los ojos.

Una vibración lujuriosa mueve continuamente a Cloe, la más casta de las ciudades. Si hombres y mujeres empezaran a vivir sus efímeros sueños, cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar una historia de persecuciones, de simulaciones, de malentendidos, de choques, de opresiones, y el carrusel de las fantasías se detendría.

Italo Calvino, Las ciudades invisibles

27.3.11

arquitectura oculta

Ciudad como descubrimiento de la propia individualidad frente a la multitud.


Imagen: Sasha & Cami Stone

Se sacudió, tragó saliva. Se pisó un pie. Luego tomó carrerilla y se subio al tranvía. En medio de la gente. En marcha. Al principio era como cuando uno está en el dentista, que coge la raíz con las tenazas y tira; el dolor aumenta, la cabeza está a punto de estallar. Volvió la cabeza atrás, hacia la pared roja, pero el tranvía volaba con él sobre los raíles, y sólo su cabeza quedó mirando hacia la prisión. El tranvia tomó una curva, se interpusieron árboles, casas. Aparecieron calles animadas, la Seestrasse; subió y bajó gente. Dentro de él, algo gritaba horrorizado: cuidado, cuidado, ya empieza. La punta de la nariz se le helaba, algo temblaba en sus mejillas.

"Zwölf Uhr Mittagszeitung", "B. Z.", "Die neuste Illustrirte", "Die Funkstunde neu". "Billetes, por favor". Los polis llevan ahora uniformes azules. Se bajó otra vez del tranvía sin ser notado, estaba entre personas. ¿Qué pasaba? Nada. Un poco de compostura, cerdo famélico, haz un esfuerzo o te parto la cara. Gentío, qué gentío. Cómo se agita. Mi sesera necesita engrase, seguro que estará seca. ¿Qué era todo aquello? Tiendas de zapatos, tiendas de sombreros, lámparas eléctricas, tascas. La gente tiene que tener zapatos para poder correr tanto, también nosotros teníamos una zapatería, no hay que olvidarse. Cientos de cristales relucientes, déjalos que brillen, no te irán a dar miedo, te los puedes cargar, qué pasa con ellos, los acaban de limpiar. Estaban levantando el pavimento en la Rosenthaler Platz, caminó con los demás por los tablones.

Uno se mezcla con los otros, todo se arregla, no notas nada, muchacho. En los escaparates había figuras con trajes, abrigos, con faldas, con medias y zapatos. Fuera todo se movía, pero... detrás... ¡nada! ¡Nada... vivía! Aquello tenía rostros alegres, se reía, aguardaba en el islote del tráfico frente a Aschinger en grupos de dos o de tres, fumaba cigarrillos, hojeaba periódicos. Estaba allí como las farolas... y... se quedaba cada vez más rígido. Formaba una unidad con las casas, todo blanco, todo de madera.

Alfred Döblin, Berlin Alexanderplatz

26.3.11

la ciudad incierta (2)


Ciudad como organismo vivo en crecimiento constante.
Expandida, dispersa recursos sobrantes como semilla de ciudades.

22.3.11

brevedad de la luz


Imagen: S. Mann

Y he bajado a la calle. Esa lluvia que cae sobre los adoquines va dejando fisuras. Como un temblor de luces sobre los pavimentos se presiente la noche y buscamos las lámparas.
No distingo mi cuarto entre tanto edificio que me oculta la luz y el brillo de la noche. Y me cierro hacia dentro y encojo mis rodillas entre las hierbas altas de suaves descampados. (Los solares no brillan de estrellas accesibles como ese firmamento que cubre las ciudades)
En las habitaciones, donde duermen los pájaros, no habita la inocencia sino un rumor cerrado de esa primera impronta del deseo no cumplido y la sombra expresada.
Y es de noche en los cuartos. Y buscamos la luz.

10.3.11

claridad y llama

Moment
Los instantes claros son tan breves

hay mucha más oscuridad

más océano que tierra firme

más sombra que forma.

...lo que esperamos de la poesía no es el sarcasmo, la ironía, la distancia crítica, la sabia dialéctica ni el chiste inteligente (aunque todas estas virtudes de la mente cumplen su papel a la perfección siempre que se hallen en su sitio, en un tratado lleno de erudición, un ensayo o un artículo publicado en un periódico de oposición) sino la visión, el fuego y la llama que acompaña a los descubrimientos espirituales.
En otros terminos, lo que esperamos de la poesía es la poesía.

Adam Zagajewski

8.3.11

máscara o metáfora...

Pongámonos la máscara en este carnaval,
en esta loca fiesta de disfraces.

Fiesta / disfraz o doppelgänger.

5.3.11

semántica


Imagen: Parkeharrison

Imagínese que dos hombres tengan cogido a un puma con dos cuerdas. Si quieren acercarse uno al otro, el puma atacará, pues los lazos se aflojan: sólo si los dos tiran al mismo tiempo, el puma quedará a la misma distancia de uno y de otro.
Este es el motivo por el que el que lee y el que escribe difícilmente se acercan: entre los dos, capturado, está el pensamiento común, atado con cuerdas que tiran en direcciones opuestas. Si ahora le preguntásemos al puma, es decir al pensamiento, cómo ve a estos dos hombres, podría responder que los seres comestibles están tirando con las cuerdas de algo que ellos no pueden comer...
Milorad Pavic, Diccionario Jázaro
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