Mel Kadel, Drip Drip

21.1.11

de huecos

Imagen: A. Vázquez
Alguien dijo que el misterio de un libro no está en su final, sino en su principio. Cada uno de mis libros deja atrás una época, un modo de estar, y después de cada uno viene un vacío, una incapacidad de sentir emoción. Como si de una enfermedad se tratase, todo se vuelve irreal: mi vida, la manera en que según observo se relacionan las personas, la falta de sentido en casi todo lo que oímos -pura palabrería sin soporte, sin raíz: telarañas de las que parece imposible desprenderse. Todo resulta entonces aleatorio: ya no sólo por la intrínseca movilidad y gratuidad de las cosas, por el azaroso vaivén de la vida, sino por esta confusión de lenguas, por el progresivo vaciamiento de las palabras.
Esa desesperanza, ese volverse todo ajeno cuando no claramente detestable o peligroso, lo atempera la escritura. Un poema, lo sabemos como lectores, es el lugar donde las palabras alcanzan a las cosas: en él late el hálito de lo que no estará o de lo que estará cuando uno ya no esté. Reconocer y nombrar lo descarnado, pero no perecer: conservar pensamiento y emoción y tejido con el mundo; así, el poema.

"Arrebato", la mítica película de Iván Zulueta, reivindicaba un cine-mundo, un cine que diese cuenta de la pausa, del parón, del vértigo temporal en una imagen. Ahora alguien me cuenta: “ayer estaba en la cocina, la cocina da a un camino en pendiente y llovía; sólo se veía agua que arrastraba barro, un río de barro que bajaba, y abajo, en el borde inferior de la ventana, el verde de las plantas que tengo allí”. Eso es pausa. O lo escasos que son los lazos verdaderamente fuertes. La enfermedad, sabemos, ocupa a veces el espacio del alma, es el alma: la falta de emoción. Después uno vuelve poco a poco en sí y encuentra lo que se va quedando en la cabeza.
El poema, como determinada pintura, parece resultar de una atención extrema, de ese hacernos melancólicos y extraños vigilantes de lo que está ahí, de lo que no somos y que por completo nos atrapa y nos ocupa. Lo que pasa al corazón.
Olvido García Valdés, El último tercio del siglo. Antología consultada de la poesía española

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...