Imagen: E Atget
En la ciudad, la lentitud es bella. Cierta vida furtiva ilumina los días. Esa luz, recortada por sombras y edificios. Esa existencia múltiple, confusa, irregular, de seres.
Si observamos delimitamos la inexactitud. Enero, sí, y casas lavadas por la lluvia sobre ese suelo húmedo. Piedra oculta. Lo único que poseemos es este segundo. Ni nuestra carne ni tan solo la arquitectura de nuestros huesos. Quizás una hora entera. El cuenco de las manos, ese café. Espejismo de carne. Lugar inhóspito.
En realidad, esa ciudad tampoco existe.
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